Hace más de tres años que hago trabajo voluntario en Holanda.
No fue casualidad. Siempre tuve interés en hacer algo positivo y necesario para la sociedad en la que vivo.
En mi época escolar ya participaba del grupo de la Acción Católica que dependía de la Parroquia del Colegio San Miguel (Buenos Aires). Las reuniones tenían que ver un poco con tomar acción y organizar actividades de tipo solidarias.
Así, por primera vez fui al asilo de ancianos. Un lugar bastante deprimente, medio olvidado en el medio de la zona de Barrio Norte. Los pobres viejitos estaban la mayor parte del tiempo solos, olvidados a la buena de dios. Y les hacía ilusión ver gente joven que se interesara en ellos.
También era la idea visitar el Patronato de la Infancia, pero allí íban otras organizaciones mientras que al asilo no quería ir nadie.